10 de enero de 2010

Texto diario

Domingo 10 de enero


Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa (Hech. 16:31).


Pablo no se conformaba con simplemente vivir en paz con los demás: quería mostrarles amor verdadero. Y el ministerio cristiano le brindó la oportunidad de hacerlo. En su primer viaje misionero predicó las buenas nuevas en Asia Menor. Pese a la feroz oposición que él y sus compañeros sufrieron allí, se concentraron en ayudar a las personas mansas a hacerse cristianas. De hecho, regresaron a las ciudades de Listra e Iconio, pese a que algunos de sus habitantes ya habían tratado de matar a Pablo (Hech. 13:1-3; 14:1-7, 19-23). En un viaje posterior, Pablo y los que le acompañaban buscaron en la ciudad macedonia de Filipos a las personas de corazón recto. Una prosélita judía llamada Lidia prestó atención a las buenas nuevas y se hizo cristiana. Tiempo después, Pablo y Silas fueron entregados a las autoridades, quienes ordenaron que los golpearan con varas y los echaran en prisión. Con todo, Pablo le predicó al carcelero, y como resultado, este y su familia se bautizaron (Hech. 16:11-34). w08 15/5 5:10, 11

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